Estudiar los partidos políticos en un país que, se asume, carece de ellos, es un reto. Hacerlo en una campaña electoral es un reto doble, porque no se les encuentra con facilidad allí donde deberían estar. Sin embargo, los partidos políticos existen o, en todo caso, resultan imprescindibles para formar la representación. No hay manera de acceder al poder si no es a través de estas organizaciones políticas que, mal que bien, continúan siendo el vehículo que los candidatos necesitan para desarrollar sus carreras políticas. Fernando Tuesta Soldevilla hace un análisis de las elecciones de 2016, que fueron particularmente importantes porque de ellas emergió el cuarto presidente electo de manera consecutiva, como no ocurría desde hace más de un siglo, y porque dicho mandatario tendría que enfrentar un escenario de desaceleración económica en contraste con los años de crecimiento anteriores. A esa situación adversa se agregaban problemas de narcotráfico e inseguridad ciudadana. Frente a este escenario, se presentó un abanico de candidatos de los cuales solo quedó la mitad y aunque Keiko Fujimori se consolidó, durante mucho tiempo y hasta escasos días de la segunda vuelta, como la ganadora, el desenlace fue otro. Y es que en nuestro país, allí donde no se crean mayorías, los sentimientos contrarios a uno de los candidatos suelen ser la dinámica que anima el voto en la segunda vuelta. No obstante, el triunfo de Pedro Pablo Kuczynski no se puede explicar sin la separación de César Acuña y de Julio Guzmán como candidatos presidenciales.