Todos los seguidores de Jesucristo deben considerar que, si no somos sinceros en nuestro pensar, sentir, hablar y actuar en conjunto, podemos perder el reino de Dios.
Porque ahora mismo lo único que ha ganado nuestra humanidad es un mundo material en confusión y oscuridad en el que abundan los actos voluntarios malvados.
Podemos engañarnos tanto como queramos pretendiendo que con nuestros pensamientos, palabras y acciones estamos siendo sinceros. Aun así, no podemos engañar a nuestro Padre celestial quien conoce nuestros pensamientos, palabras y obras y que son para Él junto con nuestro comportamiento y nuestras interacciones en este mundo, la evidencia de nuestra fe o desconfianza en Su hijo Jesucristo y Sus enseñanzas.
Para ser verdaderamente justos debemos obedecer la voluntad de Dios; de lo contrario, nuestros pensamientos y palabras conducirán a acciones externas egoístas.
Y sí, cuando pecamos, pecamos en pensamiento, palabra y acción, como afirmó Santo Tomás de Aquino.
Jesús encarna la integración de palabras y obras: su palabra va de la mano de su obra. En esta tierra, sólo Jesús ha manifestado una perfecta unidad de pensamiento, palabra y obra, y nos invitó a imitarlo como Él mismo estaba imitando a Su Padre en el cielo.
Sólo así la armonía y la sabiduría podrán regresar a nuestro mundo sufriente.
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