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Como poeta cortesano, fue autor de numerosas canciones; pero lo verdaderamente destacable de Jorge Manrique reside en sus Coplas, escritas tras la muerte de su padre, Rodrigo, y con motivo de ésta, por lo cual se les llama comúnmente Coplas a la muerte de su padre. En ellas, y superando los tópicos medievales de la poesía dedicada elogiosa o aduladoramente a la muerte de personajes célebres (los plantos), Manrique logra transmitir en sencillos pero hermosos versos un sincero y auténtico duelo y, a la vez, una honda reflexión filosófica. Coplas a la muerte de su padre Se trata de un breve poema…mehr

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Produktbeschreibung
Como poeta cortesano, fue autor de numerosas canciones; pero lo verdaderamente destacable de Jorge Manrique reside en sus Coplas, escritas tras la muerte de su padre, Rodrigo, y con motivo de ésta, por lo cual se les llama comúnmente Coplas a la muerte de su padre. En ellas, y superando los tópicos medievales de la poesía dedicada elogiosa o aduladoramente a la muerte de personajes célebres (los plantos), Manrique logra transmitir en sencillos pero hermosos versos un sincero y auténtico duelo y, a la vez, una honda reflexión filosófica. Coplas a la muerte de su padre Se trata de un breve poema de sólo cuarenta coplas, algunas de las cuales se dirigen especialmente a su padre muerto; en el resto, su voz poética aborda la muerte en un sentido amplio, universal y de un alcance que lo hace todavía hoy motivo de admiración. Las coplas son de doce versos (dos sextillas unidas), de métrica regular (ocho y cuatro) y rima asonante y también regular. Esta elegía transmite un sincero sentimiento de dolor y melancolía ante la inexorabilidad de la muerte y lo mudable de la fortuna y de la vida humana, y apuntala la actitud virtuosa y valerosa como lo único que puede contrarrestar humanamente la erosión del tiempo y la fatalidad del destino. Pocas alusiones a lo divino y religioso hay en Manrique, sino más bien un sentimiento nuevo de fe en las posibilidades del ser humano enfrentado a su condición, rasgo individualista y humanista que le ha valido la consideración de poeta prerrenacentista. Asimismo, se aleja de recursos retóricos arquetípicos al eludir las consabidas formas del recurso clásico del ubi sunt? (¿dónde estarán?) y las menciones de grandes personajes de la historia propias de la poesía funeral tradicional (como hiciera, el francés Villon, aunque con más vehemencia) al contestarlos explícitamente: "Dejemos a los troyanos, / que sus males non los vimos, / ni sus glorias; / dejemos a los romanos, / aunque oímos y leímos / sus hestorias; / non curemos de saber / lo d'aquel siglo pasado / qué fue d'ello; / vengamos a lo d'ayer / que también es olvidado / como aquello". Y aunque se alude a césares y reyes del pasado, prevalece el interés en los que él ha conocido, a algunos de los cuales nombra directamente (el rey don Juan, don Enrique, los infantes de Aragón) y a otros sólo señala (el infante Alonso y el poeta y valido Álvaro de Luna). Y frente a la sencillez aparente de los juegos simbólicos de algunos versos ("Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / qu'es el morir; /..."), queda siempre una poesía poderosa por su evocación y universalidad, como la copla que abre este hermoso poema: "Recuerde el alma dormida, / avive el seso e despierte / contemplando / cómo se passa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando; / cuán presto se va el plazer, / cómo, después de acordado, / da dolor; / cómo, a nuestro parescer, / cualquiere tiempo passado / fue mejor."

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Autorenporträt
Jorge Manrique (Paredes de Nava, 1440-Uclés, 1478). España. Hijo de don Rodrigo Manrique, maestre de la Orden de Santiago y conde de Paredes, y de doña Mencía de Figueroa, Jorge Manrique perteneció a una familia noble en la que hubo varios poetas (el más destacado, Gómez Manrique). Se cree que nació en Paredes de Nava (en la actual provincia de Palencia). Hombre de letras y de armas, su vida fue corta, como su obra, pero ambas fueron intensas. Vivió una convulsa época de la historia de España, y la vivió muy cerca de los actores protagonistas. Aunque es de todos conocido este periodo, lo recordamos aquí. La dinastía de los Trastámara gobernaba en Castilla y Aragón, y el débil Enrique IV de Castilla, rey desde 1454, era cuestionado por la nobleza castellana, la cual proponía como monarca al infante don Alfonso (hermanastro de aquél y hermano de la futura Isabel I, la cual siempre fue favorable a Alfonso). Sin embargo, en 1457, Enrique IV presenta batalla a sus oponentes en Olmedo y los vence. Muerto don Alfonso al año siguiente, Enrique IV pactará con su hermanastra Isabel (futura Isabel I de Castilla) la sucesión. Un año después Isabel se casa en secreto con Fernando de Aragón (futuro Fernando II de Aragón), contrariamente a los deseos de Enrique, más favorable a unirla con Carlos de Valois o Alfonso V de Portugal, lo cual provoca que Enrique revoque su decisión y nombre heredera a su hija Juana "la Beltraneja" (1470). A la muerte de Enrique IV, esta situación dejó abierta la puerta a una guerra civil en Castilla entre los partidarios de Isabel y los de Juana, apoyados por Portugal. Pero Juana "la Beltraneja" (hija, en segundas nupcias, de Enrique IV y Juana de Portugal), había sido antes considerada por un amplio sector de la nobleza castellana (y por el mismo rey) fruto de las relaciones adúlteras de Juana y Beltrán de la Cueva, privado del rey (por ello el apelativo sarcástico de "Beltraneja"). La guerra fue favorable a los isabelinos, y a partir de 1476 Isabel I reinó con Fernando como consorte. En este panorama, Jorge Manrique, se alista como soldado en las filas del infante don Alfonso a los diecisiete años de edad. Muerto Alfonso, y convertido en señor de Belmontejo y miembro de la Orden de Santiago, Manrique proseguirá al lado de los insurrectos y luchará por la causa de Isabel, perdiendo la vida, en 1478, tras ser gravemente herido durante el asedio al castillo de Garcimuñoz (en la actual provincia de Cuenca). Posteriormente fue enterrado en la iglesia de Uclés.