Comencé a escribir cuando tenía un poco más de 15 años, sintiendo que “la brasa de un pedazo de éter me quemaba el pecho” y desde ese día no he podido parar…
Pero cuando uno nace con la brasa eterna que imprime la poesía en el corazón, sabe que debe de vivir y sufrir eternamente con la quemadura; ese “dolor”: constantemente y de forma inexplicable hace que la vida tenga sentido de ser.
Pero cuando uno nace con la brasa eterna que imprime la poesía en el corazón, sabe que debe de vivir y sufrir eternamente con la quemadura; ese “dolor”: constantemente y de forma inexplicable hace que la vida tenga sentido de ser.