¿Hay algo que buscar? Por supuesto que cuando perdemos algo hay que buscarlo. Vivimos una vida distraída que, con el paso del tiempo, no sabemos dónde quedó nuestra inocencia, nuestra felicidad, nuestra armonía, nuestra relajación, nuestra ternura; todas esas cualidades que traemos con nosotros cuando nacemos. Llegamos al mundo entera y maravillosamente espirituales, pero lamentablemente, a medida que vamos creciendo, de a poco, nos vamos olvidando. No la perdemos, sino que no la recordamos. En la carrera a toda velocidad por llegar a ser adultos, vamos dejando de lado lo más preciado de la vida, que es la espiritualidad. Justamente, cuando nos damos cuenta que nos falta algo, por ejemplo, la relajación, buscamos relajarnos; si nos falta armonía en nuestra vida, la buscamos; si perdemos la felicidad, volvemos a buscarla. Nos volvemos buscadores porque continuamente perdemos algo, y el solo hecho de estar atentos a lo que nos falta, nos pone de inmediato a buscar. Aquellos que viven alegres, con buenos sentimientos, en armonía y en equilibrio con sus vidas, no son buscadores. ¿Qué van a buscar si lo tienen todo? Los que empezamos a transitar el camino del encuentro con uno mismo es porque, en algún momento de nuestra existencia, nos vimos necesitados de encontrarnos, de saber quiénes somos. Entonces, si no tienes nada que buscar y te sientes en armonía con la vida, ¡felicitaciones! Si no es así, sé consciente, pon atención y sé un buscador como este niño que, de a poco, con amor, lentamente, pero a paso firme y sin perder el entusiasmo fue encontrando el verdadero sentido de su vida, dejándonos una enseñanza: PORTARSE MAL, HACE BIEN.