El Medioevo tardío y la temprana-modernidad configuran uno de los períodos más álgidos de la eterna rivalidad entre institución y carisma en el seno del cristianismo tradicional. Con la intención de neutralizar la influencia de la miríada de autodesignados nuncios celestiales, la corporación teologal impulsó por entonces la resignificación del venerable instituto del discernimiento de espíritus, con la intención de reemplazar el arcaico carisma paulino por un arte indiciario bajo pleno control de los agentes eclesiásticos autorizados. Este esfuerzo de clericalización del orden sobrenatural implicó la emergencia de un paradigma de cuño más abiertamente represivo que cualquiera de los ensayos previos de domesticación de la religiosidad para-institucional, una genuina contrarrevolución cultural que impuso por defecto una actitud de profunda desconfianza hacia las vías extraordinarias de salvación. Profetas en ninguna tierra se plantea analizar las estrategias que se pusieron en juego en el marco de este tenso antagonismo entre las formas mediatas e inmediatas de comunicación con el orden sobrenatural, concebido como una arena cultural agónica en el amplio arco temporal que se extiende entre la consolidación de la Iglesia post-apostólica y el Siglo de las Luces.