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La sorpresa que genera algo nuevo es uno de los factores que más cautiva al lector. Le sigue a ello la sagaz liturgia que concurre a la hora de seleccionar un texto que cuaje con su agrado, instancia que lo moviliza a internarse en "las aguas" de la sinopsis. Y es allí donde encuentra no solo un avance muy abreviado de la obra, sino también una sutil e implícita publicidad. Rodríguez Bornert desiste de esto y soslaya a la vez que en: "Prosa insurrecta" el lector no encontrará ninguna: sorpresa. Hasta aquí, pareciera ser como que el mismo autor allanó el camino para boicotear su trabajo. Pero…mehr

Produktbeschreibung
La sorpresa que genera algo nuevo es uno de los factores que más cautiva al lector. Le sigue a ello la sagaz liturgia que concurre a la hora de seleccionar un texto que cuaje con su agrado, instancia que lo moviliza a internarse en "las aguas" de la sinopsis. Y es allí donde encuentra no solo un avance muy abreviado de la obra, sino también una sutil e implícita publicidad. Rodríguez Bornert desiste de esto y soslaya a la vez que en: "Prosa insurrecta" el lector no encontrará ninguna: sorpresa. Hasta aquí, pareciera ser como que el mismo autor allanó el camino para boicotear su trabajo. Pero no. Prefirió, a través de los cronológicos sucesos narrados, buscar otra esfera de atención, esto es: la identificación. La identificación del lector con muchas historias que el libro recorre. Un testimonio sobre la vida de su progenitor: Santiago Carmen Rodríguez, "Santiaguito". Un hombre común que no tuvo ambiciones desmedidas en su vida más allá de la que anhela cualquier persona: contraer matrimonio, fundar una familia, adquirir una casa, tener hijos, vivir de su trabajo y envejecer junto a la mujer que siempre lo acompañó. Este trabajo vislumbra una intrincada línea temática, puesto que, en no pocos tramos del desarrollo, su enfoque biográfico se confunde un tanto con narrativas misceláneas que no escatiman ni la exposición de utópicos barnices que la ornamentan, ni tampoco la rémora de pasajes díscolos, propiciados éstos por el audaz cobijo que también, la belleza del verso siempre impone.