El cerebro es uno de los más importantes milagros de la especie humana, orgullo evolutivo cuyos misterios se nos han ido develando con el desarrollo tecnológico, mismo que ha ido descubriendo sus partes, sus conexiones y sus mecanismos. Uno de esos descubrimientos revela el coctel químico que le hace funcionar, un extraño intercambio de sustancias y su procesamiento que determina las emociones, pensamientos y percepción; es decir, todo lo que nos permite ser. Entre el metabolismo celular y la sinapsis neuronal, la formación y concreción de la experiencia consciente toma la forma de los neurotransmisores que en ellas intervienen. La LSD, la psilocibina, la mescalina y la DMT, ahora conocidos como psicodélicos clásicos, son fármacos que actúan principalmente como agonistas en los receptores de serotonina 5-HT2A, y son sustancias capaces de producir profundos cambios en la percepción y la conciencia humanas. Tras cuarenta años de rigurosa prohibición, la investigación con agentes psicodélicos ha ido derrumbando obstáculos, volviendo gradualmente al laboratorio y mostrando continuamente prometedores beneficios terapéuticos.