La situación de vida, por las vivencias recientes de la humanidad entera. Coincide con los cien años, de otros tantos recurrentes centenarios, de la última peste que azotó en el siglo que pasó. Todo esto me llevó a hacer sentir, el relato del sufrimiento de los distintos ciclos vividos. Similitud a la actual vivencia. Proceso repentino y desconocido, que ahora nos toca vivir. Me aboqué a estos pesares de este sufrimiento infernal que llenó de lágrimas a tantos hogares. La continuidad manipuladora de átomos nucleares, químicas y otras tantas existentes aún desconocidas, nos hacen observar y describir a situaciones de vida, trágicamente vividas. Volcar en estos escritos el dolor sentido en esos tiempos que lo indemne fue desconocido, con sus dolores guardados y recordados desde el tiempo vivido, los cuales motivaron escritos en la quietud del silencio viral invisible. Intercalando y tratando de brindar un aliciente positivo. Recordé muy alegremente en forma anecdótica a personajes que marcaron lucidez, que fueron un regalo para nuestras vidas. Aggiornando este texto con la naturaleza viva, con matices de la belleza que nos brinda el panorama visual de nuestra aún eterna tierra. Afectos y anécdotas personales, recordadas con alegría, hacen que la generalidad de la obra, tengan sus escritos muy puntuales: El sufrimiento de la humanidad toda, con sus pérdidas irrecuperables. Que aún así la belleza de la vida merece ser vivida. Introducir, dentro de esta tragedia, anécdotas de personajes sobresalientes que brillaron en colores, que nos brindan cada tanto la vida. Resaltando que existe un futuro esperanzador. Con ese sol brillante del mañana. Entonando en algún momento tal vez, no muy tarde, todos juntos, aquella famosa cantata que marcó los años setenta. "Deja que entre el sol".