1868. Estalla la primera insurrección en Cuba. Más de cien mil soldados españoles combaten en el frente, ochenta mil están heridos o enfermos. Ambientada, en su primera parte, en los inicios de esa guerra colonial de Cuba, Sangre de luna ofrece una visión sin concesiones de aquel conflicto en que todos los viejos sueños de España se vinieron abajo. El país no tuvo más remedio que encarar un futuro para el que no se hallaba preparado. Son tiempos de grandilocuentes soflamas, de sueños por mantener el esplendor pasado, de negativa a querer ver la evidencia, todo ello sostenido sobre la base de unos soldados harapientos que solo cuentan "con la dignidad de sobrevivir". A todo ello asiste, con la ilusión de la juventud en las primeras páginas, y el estupor del desengaño después, Curro Córdoba, el protagonista de la novela. Curro Córdoba, infante de reemplazo del regimiento Magallanes, arriba en 1870 a la isla. Ver de cerca la muerte cambia el alma. En la segunda parte de la novela, el soldado regresa a Andalucía y encuentra un país devastado. "Esta es tierra de caciques y nadie da un real por nadie", dicen los anarquistas. Pero, pese a ello, Curro tiene muy claro que haría "cualquier cosa" antes que volver a Cuba, a defender entre las balas, el tifus y el hambre, las ruinas grotescas de un Imperio. Y "cualquier cosa" pasa, en primer lugar, por escapar del reclutamiento y, en consecuencia, de la Justicia, que pronto se apresta para caer con todo su peso sobre el prófugo. No importa dónde se esconda… más cuando se enamora de la prometida de un cacique y se convierte en bandolero. La España del siglo XIX desfila por sus páginas: Alfonso XII, María de las Mercedes, Prim, Ramón y Cajal, toreros de época (Romero, Cara Ancha), bandoleros y el garrote vil aparecen a lo largo de esta trepidante novela.