Algunos, yo uno de ellos, somos persistentes. Insistimos, en la tarde del día, en expresar y compartir, aunque a tropiezos, algo de lo vivido, lo que hoy vivimos o retenemos vivo en la memoria, lo que deseamos. Lo que hemos o no construido, o que descubrimos en sueños; a veces quien nos habita y complementa desde lo profundo de nosotros mismos. Mas allá de las apariencias y lo caminado. También nuestras creencias acerca de aquel otro futuro que nos viene a cada uno. Si se trata de compartir, dialogar, quizás por eso he retornado al aula, aunque creía hacerlo por motivos más profanos. Algunos en esta parte del camino retoman tareas antiguas, otros adquieren campo y se vuelven labradores tardíos, otros los pintores que nunca fueron y otros escribimos. Mejor es decir que lo intentamos y, perdido algo del pudor, si el objetivo es dialogar, en mi caso, hasta lo publicamos. Al fin, algunos intentan algo nuevo, aunque de las conversaciones me resulta evidente que la mayoría retoma aquello que le gustaba y que dejó porque optó irse por otro camino por fuerza o necesidad, por temor a carecer de capacidad, destreza o talento suficientes, o simplemente porque así lo quiso. Ahora, dando ya lo mismo, a pesar del desuso y la herrumbre se aplica a ello, lo que dejó, con gusto. Y ese es el caso aquí. Así que se trata de repasar, repensar, proyectar, soñar y haciéndolo, dialogar con quien lea esto que escribo y Dios quiera algo le resuene o le sea grato. Yo creo saber lo que digo y no digo, lo que parece se dice, pero no se dice. Así cada uno supone y en realidad proyecta lo suyo. Quizás, incluso yo me engaño con lo creo está escrito. Seguro puede haber alguien ajeno que si adivina y también alguien cercano o cercana que sabe y le resulta evidente lo dicho. Porque siempre hay lo que ocultar no se pudo, o no se quiso, siempre algo se filtra en lo escrito de lo aprendido, sea con dolor por lo perdido o con la gratitud por lo recibido. Así que escribo agradecido de hacer algo que dejé en la infancia y juventud. Usar lo que resta de aquello que nunca sabré si se tuvo, como algunos creyeron, y darle un espacio pequeño pero posible y por ello, aún más querido.