La mañana del 24 de marzo de 1946, Alexandre Alekhine es hallado muerto en la habitación del hotel, en Estoril, donde se alojaba. La autopsia determina que la muerte se ha producido por asfixia, provocada por un trozo de carne que se le había atragantado en la garganta. La prensa portuguesa publica la versión oficial, y el caso es archivado. Desde entonces, las hipótesis sobre la causa de su muerte han sido múltiples: el difunto llevaba a sus espaldas un pasado colaboracionista, y los soviéticos lo consideraban un traidor a la patria. Con una prosa excelente y, como el gran ajedrecista que es, Paolo Maurensig construye una excelente novela a través de la cual indaga acerca de la muerte de Alekhine y nos muestra la complejidad del personaje y su pasión por el ajedrez, «el deporte más violento que existe», tal como afirmó en una ocasión otro campeón del mundo, Garry Kaspárov.