Los antiguos chinos creían que cuando se producía un eclipse un enorme dragón se tragaba el Sol. Entonces salían a las calles con cacerolas y objetos metálicos para producir un escándalo ensordecedor que ahuyentara a la bestia y les devolviera la luz. Siempre lo conseguían. Siglos después, nadie creía en dragones devoradores de estrellas. El 29 de mayo de 1919 se produce un eclipse total de sol que confirma una de las propuestas científicas más brillantes y revolucionarias jamás concebida: la teoría general de la relatividad. Su descubridor, Albert Einstein, ya en la élite de las ciencias físicas desde años atrás, cobra por este acontecimiento una fama sin parangón, convirtiéndose en un referente para una población desencantada tras la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, esta fama también se le vuelve en contra en su país, Alemania, por su condición de judío y pacifista, y se sitúa en el punto de mira del ultranacionalismo que busca culpables tras la derrota en el conflicto mundial y la humillación del Tratado de Versalles. Por otro lado, en España también se vive una época convulsa en lo político y en lo social. Son los años del pistolerismo en Barcelona, en Madrid han asesinado al presidente Eduardo Dato, se respira el advenimiento de una dictadura: la de Primo de Rivera... Y en ese ambiente, Albert Einstein visita el país en 1923, etapa final de una gira que lo ha conducido también a Japón y Palestina. Será testigo del nacionalismo catalán, de la lucha sindicalista; conocerá al Noi del Sucre y también a una mujer víctima de su propia belleza, Olimpia Balaguer, la verdadera protagonista de este relato.Y mientras tanto, creyéndose a salvo de los miedos que le acechan en Alemania, no es consciente de que la sombra del eclipse es alargada, y que su amenaza siniestra traspasa fronteras. Es el dragón devorador de soles que ha decidido no dejarlo en paz.