Nos conmina a la soledad. Silencio ensordecedor que quema la fibra más oculta del alma, liberando el mayor de los más insoportables dolores. Desasosiego imperceptible al tacto que destruye al espíritu. ¡No todos regresaremos a casa!
A partir de ese momento todo es diferente, todo es reflexión. Esta es una de esas inolvidables instancias que llevaré lacradas en mi mente, alma y corazón por siempre. Pero la guerra es muy egoísta y reclama su atención. El tiempo de duelo es efímero para los soldados, la misión continúa. Fortaleza y templanza ante la adversidad. ¡Qué formidable exigencia recae sobre nuestras faenas! Cuando todo haya acabado, muy lejos de aquí, PODRÉ LLORAR MIS MUERTOS.
Regreso a casa. Dejo atrás esa guerra. Traigo heridas que no han sanado. No son heridas del cuerpo, aunque lo llevo maltratado, son lesiones del alma. Si algún día me sorprendes solitariamente llorando, deja que me desahogue, lo necesito. Donde estuve no lo pude hacer. Cumplir con la misión era la orden. Con honor la cumplí.
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