La búsqueda del mejor camino para transformar a Chile en una sociedad plenamente desarrollada ha sido y seguirá siendo el eje central en torno al cual gira el debate sobre nuestro futuro como nación. Distintas visiones se han enfrentado en este terreno, especialmente en torno a la función que el Estado debería desempeñar en este contexto. ¿Debe este "comandar" el desarrollo económico y adquirir el rol de un "Estado-emprendedor"? ¿O debe más bien generar las condiciones institucionales y materiales esenciales para el despliegue de la iniciativa privada, sin sustituirla, y adoptar el papel de un "Estado-facilitador"? El debate no es nuevo y es por eso que, a lo largo de la historia, ha habido una variada gama de experiencias al respecto, con disímiles resultados. Hoy mismo, el gobierno encabezado por Gabriel Boric se ha propuesto llevar a cabo un cambio radical respecto a la orientación seguida por Chile durante los últimos decenios, potenciando fuertemente el accionar del Estado con la finalidad de convertirlo en el conductor de las transformaciones económicas que pretende llevar a cabo. El presente trabajo analiza una serie de casos exitosos de desarrollo que pueden servir como puntos de referencia para este debate. Al recorrer la historia político-económica de Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Taiwán e Irlanda no busca proponer modelos a copiar, sino entender tanto qué hicieron bien como qué caminos debieron abandonar para poder progresar. Asimismo, y a partir de estas experiencias, propone un decálogo de principios a tener en cuenta para hacer frente a los desafíos que tiene nuestro país.
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