Para Juana, las respuestas nunca estuvieron a su alcance. Por eso busca. Busca y se enreda, busca y padece el entorno silencioso que la acecha ignorándola. Como en una película que se desenvuelve hacia atrás, ella indagará en cada fotograma para desvelar el misterioso presente que no le permite soñar con esa libertad que tan solo nos puede dar el conocimiento. Un dolor sin nombre nos sumerge en un mundo tenazmente vivo, que la autora pone a merced del lector, y lo invita a convertirse en parte de la trama.