¿Alguna vez tuviste el deseo de saber cuál es tu propósito? En la búsqueda por encontrarle sentido a nuestra existencia, apostamos, comúnmente, por un camino visible, uno que nos lleve hacia un encuentro inmediato con nuestro propósito. En ese desdén, teñido de impulsividad por encontrarlo, nuestra mente cae en la trampa que le tiende el futuro, que ofrece probabilidades y cálculos sobre lo que podríamos llegar a ser. O cae en las trampas del pasado, que muy ingenioso nos conduce al lamento de las acciones que acarrearon errores que ya no podemos enmendar y que solo nos recuerdan cómo esos enigmas en los que se resguarda ese supuesto "propósito" no fueron desmantelados. Es ahí donde, muchas veces, perdemos el rumbo o nos alejamos de aquello que espera por nosotros. Tal vez es la templanza de soltarse simplemente a andar, el situarse en el presente y el seguir avanzando sin tanto protocolo, lo que nos da alguna que otra respuesta. Solo son unos escasos puntos los que resultan infaltables a la hora de sumergirse en la plena libertad de permitirse ser. La autenticidad es uno de los mayores regalos del cual somos merecedores. Hacerse dueños y llevarla como bandera es el toque personal que hará increíble a cualquier trabajo que llevemos a cabo. La valentía es indispensable. Es, en el acto de contar con la determinación de mantenerse firme frente a situaciones arriesgadas, lo que nos conduce a romper límites. Y es el disfrute la mayor prioridad que debemos tener presente. Uno puede vivir aquí o allá, hacer un poco de esto o un poco de aquello, tener talento o no, ser reconocido o pasar desapercibido, pero si en medio de eso logra encontrarse con la dicha de fluir en perfecta sintonía con sus quehaceres, se topará inevitablemente con su mejor versión. Eso es ganar.