Los diez ensayos jurídicos que se recogen en este libro tratan sobre temas muy variados: el futuro del Derecho y de la filosofía del Derecho, el razonamiento jurídico, los límites del Derecho, el activismo judicial, los derechos humanos, el Derecho y la literatura…Todos ellos obedecen, sin embargo, a un mismo propósito de fondo que se concreta en la idea de que, en contra de lo que suele pensarse (de lo que suelen pensar los no juristas apoyándose —hay que reconocerlo— en formas de actuar bastante frecuentes entre los propios juristas), el Derecho es una empresa esencialmente problemática, abierta, que exige dosis considerables de imaginación, notables recursos teóricos, formación y entereza moral, y que resulta esencial para comprender el mundo social y contribuir a su transformación. El autor reivindica por ello la importancia de desarrollar y transmitir un tipo de cultura jurídica que quizás no esté muy presente en nuestras facultades de Derecho, ni tampoco en la práctica de muchos profesionales del Derecho, pero que reviste un valor que, en cierto sentido, podría ponerse incluso por encima del de la cultura científica. Como se dice al final del ensayo que da título a todo el volumen, al fin y al cabo, las leyes de la física o de la biología siguen valiendo lo mismo, o sea, siguen funcionando, con independencia de que las conozcamos o no, de que las compartamos o las rechacemos. Pero eso no ocurre en relación con el Derecho, porque la realidad jurídica no es de carácter natural, sino convencional: el Derecho es un gran artefacto social que moldea nuestras vidas. Un sistema jurídico —en particular, el de un Estado constitucional— no puede funcionar bien si no existe un número suficiente de agentes que compartan sus valores, que comprendan lo que significa tener derechos, vivir en un Estado de Derecho, qué es lo que razonablemente puede exigírsele a un juez o cuándo tiene sentido reglamentar jurídicamente una relación. La ignorancia del Derecho —como dice el viejo adagio— no exime de su cumplimiento, pero la falta de cultura jurídica bien entendida sí que contribuye al incumplimiento de las promesas de emancipación humana en las que se basan nuestros sistemas de democracia constitucional.