Luego de concluir la lectura de los artículos que conforman este libro, en el orden en que me fueron enviados para la elaboración de este prólogo, la primera pregunta que me hice fue cuáles podrían ser las mejores rutas para leerlos. Me hice esa pregunta debido a la creencia que tengo acerca de que una de las responsabilidades que debe cumplir razonablemente un prólogo consiste en proponer al futuro lector algunas ideas para emprender la tarea de descubrir lo que las palabras intentan decir. Sin embargo, antes de tratar de dar una respuesta sobre ese "orden", consideré necesario reflexionar, por una parte, acerca de las razones que pueden justificar la publicación de este libro y, por otra, sobre la idea que permite conectar cada uno de los artículos. Con ese punto de partida, a continuación intento presentar, primero, las buenas razones para iniciar la lectura; segundo, la premisa que hace posible agrupar los diferentes trabajos en un único libro; y, tercero, los caminos que podrían elegir quienes emprendan su revisión. (1) Las buenas razones de un libro pueden identificarse definiendo las personas que son sus principales destinatarios. Podrían ser los estudiantes. En efecto, en su tarea de identificar y ordenar en las clases el denso conjunto de símbolos que constituyen el derecho, se encuentran una y otra vez con profesores, libros y sentencias que argumentan en favor de una tesis o de una decisión. En ese sentido, este libro podría considerarse un manual para aprender a leer esos materiales. Sin embargo, allí no se detiene su utilidad, dado que los estudiantes también encontrarán importantes pistas acerca de la forma en que el derecho -en tanto practica argumentativa- les exige consciencia sobre la escritura o la presentación oral de las razones. Por ello puede tratarse también de un manual para aprender a comunicar
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