La construcción del carácter es el asunto más importante de la vida. Poco importa las obras que un hombre pueda dejar en el mundo; su verdadero éxito se mide por lo que ha forjado a lo largo de los años en su propio ser.
El verdadero carácter debe construirse según los patrones divinos. La vida de cada hombre es un plan de Dios. Hay un propósito divino con respecto a ella que debemos realizar. En las Escrituras encontramos los patrones para todas las partes del carácter, no sólo para sus elementos grandes y prominentes, sino también para sus rasgos más diminutos, las delicadas líneas y matices de su ornamentación. Los mandamientos, las bienaventuranzas, todos los preceptos de Cristo, las enseñanzas éticas de los apóstoles, nos muestran el modelo según el cual debemos modelar nuestro carácter.
Es una gran cosa para nosotros tener un pensamiento elevado de la vida, y buscar siempre alcanzarlo. Decía Miguel Ángel: "Nada hace al alma tan pura, tan religiosa, como el esfuerzo por crear algo perfecto; porque Dios es la perfección, y quien se esfuerza por ella, se esfuerza por algo que es semejante a Dios". La búsqueda misma nos hace más nobles, más santos, más puros, más fuertes. Crecemos siempre hacia aquello que anhelamos. Muchas búsquedas no se ven recompensadas. Los hombres buscan el oro y no lo encuentran. Tratan de alcanzar la felicidad, pero la visión se aleja cada vez más a medida que avanzan hacia ella. La búsqueda de la verdadera nobleza, es una que es recompensada. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados", es la propia palabra de nuestro Señor. Anhelar el bien espiritual nunca será en vano. Y el anhelo incesante, con la búsqueda sincera del bien, eleva la vida a la realización permanente de lo que se busca persistentemente.
El verdadero carácter debe construirse según los patrones divinos. La vida de cada hombre es un plan de Dios. Hay un propósito divino con respecto a ella que debemos realizar. En las Escrituras encontramos los patrones para todas las partes del carácter, no sólo para sus elementos grandes y prominentes, sino también para sus rasgos más diminutos, las delicadas líneas y matices de su ornamentación. Los mandamientos, las bienaventuranzas, todos los preceptos de Cristo, las enseñanzas éticas de los apóstoles, nos muestran el modelo según el cual debemos modelar nuestro carácter.
Es una gran cosa para nosotros tener un pensamiento elevado de la vida, y buscar siempre alcanzarlo. Decía Miguel Ángel: "Nada hace al alma tan pura, tan religiosa, como el esfuerzo por crear algo perfecto; porque Dios es la perfección, y quien se esfuerza por ella, se esfuerza por algo que es semejante a Dios". La búsqueda misma nos hace más nobles, más santos, más puros, más fuertes. Crecemos siempre hacia aquello que anhelamos. Muchas búsquedas no se ven recompensadas. Los hombres buscan el oro y no lo encuentran. Tratan de alcanzar la felicidad, pero la visión se aleja cada vez más a medida que avanzan hacia ella. La búsqueda de la verdadera nobleza, es una que es recompensada. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados", es la propia palabra de nuestro Señor. Anhelar el bien espiritual nunca será en vano. Y el anhelo incesante, con la búsqueda sincera del bien, eleva la vida a la realización permanente de lo que se busca persistentemente.
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