El hada madrina no lograba convencer a Cenicienta de que se pusiera los zapatitos de cristal. ¡Y eso que eran divinos! Cenicienta se había encaprichado y no quería usarlos. Terminó aceptando cuando el hada le consiguió una carroza último modelo, con aire acondicionado y otras comodidades para que no tuviera que caminar. Solo que… ¿Cómo iba a imaginarse que al príncipe, tan buen mozo y tan simpático, le gustaba tanto la música que pasarían la noche baila que te baila?
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