Finales de los años cincuenta. Miguel de Mairena participa en un concurso de talentos juvenil patrocinado por fajas Jumar y emitido por Radio Barcelona. Así lo describían entonces: «Uno de los grandes artistas trágicos de la época, pero sin llegar al patetismo o al desgarro de otros, porque era demasiado guapo para creérselo. Una guapura tosca si se quiere, pero con grandes ojos nublados de tormentas y unos labios que se deshacían en una boca inquieta que no le permitían salir del registro. Ni falta que le hacía. Tenía aspecto de gitano navajero sin serlo. Su estilo estaba entre un Miguel de Molina, Pedrito Rico y Antonio Amaya. Así era el Miguel de Mairena artista».
Miguel tiene claro que quiere triunfar y hacerse un nombre dentro del mundillo, sea como sea. En la actualidad, se abriría un canal de YouTube, un Instagram o un TikTok; o incluso iría a «Operación Triunfo». Pero son otros tiempos y las cosas se hacen de forma diferente.
A principios de los setenta, Miguel ya es un habitual de los locales del Paralelo. Empieza a coquetear con el travestismo, pero todavía solo en el escenario. A partir de aquí comienza la transformación de Miguel a Carmen de Mairena. Los años ochenta serán clave para alcanzar un cambio que no solo será físico…
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