Aunque de origen alemán, tuvo una excelente formación a "la francesa". Asumió el cargo de emperatriz como sucesora de su marido Pedro III, que murió en un complot en 1762 (año que Catalina tomó el poder). Por su estrategia de política interior y exterior intentó una europeización del país, y otorgó a la nobleza un puesto relevante que hasta ese momento no habían tenido. Interiormente fracasó su intento de crear un código con las ideas de Montesquieu y vivió una contienda en 1773 con los campesinos, por la nefasta situación social que la población vivía. Esto provocó una nueva reestructuración del Gobierno regente. Exteriormente se centró en la expansión territorial, aunque dependía de Polonia y Turquía. Mantuvo una gran amistad y comunicación con los grandes ilustrados franceses, como Diderot, Montesquieu o Voltaire.
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