Vivimos en sociedades organizadas políticamente, cada cual con sus diversas particularidades, por tanto somos seres políticos —innatos o aprendidos— que respondemos a una determinada orientación en función de nuestros valores, prejuicios o creencias.
Cada quien desde sus orígenes, aprendizajes, recorridos y experiencias se posiciona de una forma u otra frente a un suceso que le conmueve o capta su atención. Pero este proceso no es aséptico, está impregnado de nuestras propias sensibilidades y de la perspectiva que subyace en nuestro entorno inmediato o cercano.
Los argumentos, las imágenes y el debate público estimulan el análisis y pueden permear nuestra interpretación de los hechos, a tal punto de provocar cambios drásticos en nuestra percepción.
La humanidad está inmersa en un proceso de transformaciones permanente. Los gobiernos, las instituciones, los medios de comunicación, los actores políticos y sociales generan opinión y los mensajes son multidireccionales, abarcando la mayor cantidad de canales posibles.
Se trata de la batalla por el relato, por ganar opinión pública favorable y obtener un consenso social que legitime una visión determinada. La emoción y la razón conviven, y una u otra prevalecen o se complementan en función de un contexto, en el que coexisten distintos tipos de estímulos audiovisuales.
La batalla mediática se transforma en un escenario decisivo en el que intervienen factores que trascienden las fronteras de la objetividad en el manejo de la información.
Cómo abordar ese desafío es lo que te invito a descubrir, en un recorrido que nos conduce paso a paso por cada una de las quince claves fundamentales que, desde una perspectiva de izquierda, considero imprescindibles para el diseño de una estrategia de comunicación institucional ya sea partidaria o de gobierno. ¿Me acompañas?
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