"Hay dos horizontes contrapuestos: el campesino, modesto en la escala, limitado en la acumulación de capital, pero estable desde el punto de vista social, y el minero empresarial, ambicioso, devastador y respaldado incondicionalmente por el gobierno. Es hora de mirar con detenimiento las ilusiones de la locomotora minera que amenazaría la gran "fábrica de agua" que es el Macizo Colombiano –surte el 70 por ciento de los acueductos del país– y de negociar las condiciones de la economía minera sin las heridas que puede dejar un enfrentamiento en el que correrá sangre. La economía campesina, que encontró en la coca un medio marginal de subsidio, acusa el impacto negativo de su erradicación forzada, de la roya en los cafetales, de la nueva reglamentación de producción de panela que obligaría a cumplir normas sanitarias incompatibles con la rentabilidad de los trapiches artesanales. El lema fue: "Nosotros no ambicionamos tierra sino compañía". La compañía, el poblamiento de zonas baldías y solitarias, es condición para el trabajo colectivo, para las mingas, para el uso del brazo cambiado, de la mano dada. Enfrentarse a la selva en solitario es imposible. Es necesario el esfuerzo colectivo. La imperiosa necesidad de la compañía trae aparejada otra: la igualdad entre colonos, un sentido democrático de hacer las cosas, de organizarse, de decidir en conjunto.
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