Sam Green tiene muchísimas, pero muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas, muchísimas ganas de que llegue el día de su undécimo cumpleaños.
O sea, muchísimas.
Está impaciente. De hecho, desearía que todos los días fueran su cumpleaños.
EL CUMPLEAÑOS DE SAM ESTABA A PUNTO DE TERMINAR.
¡Y ENTONCES LA VIO!
¡UNA ESTRELLA FUGAZ!
¡Grandísima, surcando el cielo!
Era impresionante, como un cometa, o un cohete, o fuegos artificiales.
Era magnífica, preciosa. Entonces recordó lo que su madre le había dicho.
«Si ves una estrella fugaz, puedes pedirle un deseo. Deberías pedirle un deseo».
Así que dijo en voz alta:
—¡Deseo que todos los días sean mi cumpleaños!
En ese preciso momento la estrella pareció brillar con una luz aún más fuerte –con un brillo extra durante un segundo– y empezó a caer en línea recta…
Así que, al principio, le hace muchísima ilusión que el día siguiente también sea su cumpleaños.
Y el siguiente.
Y el siguiente.
Pero a veces hay que tener cuidado con los deseos que se piden…
Abrid este libro y encontraréis una montaña rusa de diversión en estado puro.
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