Mi propósito es errático, casi irresponsable: ir a verlas cada semana, munida de libros de relatos, papeles y lápices, para incitar en ellas su imaginación y sus propios cuentos. No sé cuánto tiempo me llevará esa tarea: puede ser un día, tal vez muchos meses, quizás hasta que el proyecto de refugio diurno deje de ser renovado por el Ministerio. Tampoco sé si obtendré algún resultado, si podré sacar alguna conclusión. Sé, sí, por todas estas razones, que esta tarea será inestable, incierta y, por eso, me propongo escribir estas páginas; sin principio ni fin, sin pies ni cabeza, tomaré «retratos escritos», como una fotógrafa de la palabra, de estas mujeres únicas.
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