Una década después de su muerte, Osho es reconocido como uno de los guías espirituales más importantes del siglo XX. Siempre audaz e impredecible -en sus propias palabras, «un místico espiritualmente incorrecto»- las prolíficas enseñanzas de Osho apuntan a la creación de un "nuevo hombre", un hombre libre de ideologías, doctrinas y dogmas desfasados. La labor de Osho refleja su singular capacidad para integrar el espíritu oriental con el pensamiento científico occidental. «Ha sido mucho lo que Oriente ha perdido sin la ciencia -dijo Osho-; y ha sido mucho lo que Occidente ha perdido sin la meditación. Intento acercar Oriente y Occidente, porque juntos crearán el todo.» En El sendero del zen, el maestro habla del zen como posible puente para la reconciliación entre Oriente y Occidente, entre ciencia y religión. «El futuro de la humanidad se acercará cada vez más al enfoque del zen, porque el encuentro entre Oriente y Occidente sólo es posible a través de algo como el zen, que es terrenal y sobrenatural a la vez. El milagro es que el zen no se interesa por el pasado ni por el futuro. El zen vive en el presente. Toda su enseñanza se basa en estar enraizado, centrado, en lo que... "es".» La mera lectura de El sendero del zen es ya una forma de meditación: al deshacerse del "saber" acumulado a lo largo de una vida, y soltar las tensiones físicas, mentales y emocionales, uno se refleja en el flujo de un extraordinario discurso y se torna receptivo al momento presente y al potencial implícito.
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