«Mi oncóloga siempre me dijo las cosas de forma muy directa. (…) Por ejemplo, alguna vez me dijo que la quimioterapia y la estadía en el hospital eran como un viaje en bus a Santa Marta. Durante el viaje, las personas están todo el tiempo mareadas y les da una desesperación tan grande que desearían tirarse del bus». María Camila Dávila, con diecisiete años pero dueña de una prosa de alguien de treinta, presenta este valioso testimonio sobre lo que implica tener cáncer. Su escritura expone con la más extrema vulnerabili-dad, el dolor y el miedo que debe enfrentar alguien con esta enfermedad. Dávila muestra cómo la enfer-medad, en este caso el cáncer, es en sí misma una dimensión de la existencia.
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