Magistral, cómico y cruelmente feliz. La novela con la que debutó Juan Pablo Villalobos. A Tochtli le gustan los sombreros, los diccionarios, los samuráis, las guillotinas y los franceses. Pero Tochtli es un niño y ahora lo que quiere es un nuevo animal para su zoológico privado: un hipopótamo enano de Liberia. Su padre, Yolcaut, un narcotraficante en la cúspide del poder, está dispuesto a cumplir todos sus caprichos. No importa que se trate de un animal exótico en peligro de extinción. Porque Yolcaut siempre puede. Tochtli vive en un palacio. Una madriguera recubierta de oro en la que convive con trece o quizá catorce personas: matones, meretrices, dealers, sirvientes y algún político corrupto. Y además está Mazatzin, su profesor particular, para quien el mundo es un lugar lleno de injusticias donde los imperialistas tienen la culpa de todo. Fiesta en la madriguera, una excelente y más que prometedora primera novela, es la crónica de un viaje delirante para cumplir un capricho. Cabezas cortadas, ríos de sangre, restos humanos, montañas de cadáveres. La madriguera está en México y ya se sabe: México a veces es un país magnífico y a veces es un país nefasto. Las cosas son así. La vida, al fin y al cabo, es un juego y una fiesta. «Un breve y magistral debut que convierte la novela de narcos en virtuosismo narrativo» (Matías Néspolo, El Mundo). «En medio de esta especie de boom de la llamada narcoliteratura, Villalobos ha logrado no caer en el moralismo con la voz de ese niño, extraña y cruel en su inocencia» (Gabriela Wiener, Blog El País). «Una novela corta de una loca originalidad que hiela la sangre» (VSD) «El efecto paródico acumulativo de esta novela es escalofriantemente poderoso» (Sunday Times). «Una estupenda fábula de final cruelmente feliz que se lee como una novela iniciática carbonatada, por la que desfilan fusiles, hipopótamos enanos y sombreros» (Laura Fernández, El Mundo). «Una muy buena primera novela, cómica y dolorosa a un tiempo» (Patricio Pron, El Boomeran(g)). «A pesar de la ingenuidad –aparente– con que está contado el relato, a pesar de que el niño narre como su fuese un niño que está contando, en realidad –ésa es la ironía, el humor ácido de Villalobos- ese pequeñolord es el hijo de un narco muy poderoso y enseguida reconocemos el paisaje en su totalidad... Ése es el acertado punto de vista –con mucho humor ácido- por el que ha optado Villalobos para mostrar por la ventana del televisor del pequeñolord y narcoinfante un paisaje mexicano» (Javier Goñi, El País). «Una demoledora ópera prima... Una lograda nouvelle que narra la vida cotidiana de un poderoso narco recluido en su palacio –léase madriguera– desde los diáfanos ojos de su hijo... Un breve y magistral debut que convierte la novela de narcos en virtuosismo narrativo» (Matías Néspolo, El Mundo).
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