Carretera no siempre fue este showman eminente. Antes de convertirse en subastador ejerció como vigilante en una fábrica de jugos durante muchos años, hasta que el ataque de pánico de una compañera de trabajo cambió su vida de manera irremediable. En el tránsito hacia su destino Carretera deberá enfrentarse a la ira de un hijo al que ha abandonado, llevar a cabo una subasta para ayudar a un cura a salvar su iglesia, y realizar a manera de gran performance final «La historia de mis Gustavos personales», una subasta alegórica.
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