Primer lugar del certamen nacional de literatura "Premio a las Letras", categoría Infantil y juvenil, obra inédita. Uruguay, 2019. Para Samanta, el camino para llegar a la costa puede ser más largo que las cinco cuadras que hay de su casa a la playa y hoy es el día que decidió recorrerlo ella sola. Se acomoda la visera, chequea que sus chancletas no estén puestas al revés y vacía la mochila por tercera vez para asegurarse de tener todo: balde con manija para transportar agua, ¡listo! Tres palas, dos de distintos tamaños y una para prestar, ¡listo! Repelente, protector, crema de cacao para los labios, ¡listo! Dos toallas, una con capucha y otra de repuesto, ¡listo!... Vuelve a ajustar la mochila, confirma, otra vez, tener las chancletas bien puestas, la derecha en el pie derecho y la izquierda en el izquierdo, y empieza a golpear palmas. Acompaña a Samanta en su viaje a la playa. En el camino encontrarás a su madre, cómplice de la aventura, un perro, algunos inconvenientes y una visión del mundo distinta, aunque no tanto.
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Con este texto, en 2019, Gabriela Mirza ganó el Premio Nacional de Literatura que otorga el Ministerio de Educación y Cultura, en la categoría infantil y juvenil inédita. Afortunadamente, ese galardón facilitó su pronta publicación, y en 2020, en plena pandemia, apareció primero como audiolibro y como e-book. Desde entonces esperábamos que tomara forma de libro en papel y cartón. La historia, que recorre las cinco cuadras que separan la casa de Samanta, la protagonista, de la playa, pone el acento en la angustia que para ella representa ese acontecimiento cotidiano, que podría resultar banal o intrascendente para otra persona. La ilustradora que completó el trabajo de este libro-álbum fue la treintaitresina Alicia Baladan, quien reside y estudió en Milán, y recrea para el paso tenso de Samanta las arenas y callecitas de un balneario del Río de la Plata. Lo primero que vemos es una niña concentrada y prolija en la orilla; el agua de la playa lame una arena que continúa el cuadriculado de las baldosas. Al abrir el libro, un bichito de la humedad: replegado en plan bicho bolita, y caminando. Un detalle anticipatorio que funcionará como metáfora del personaje. "Para Samanta, el camino que llega hasta la costa puede ser mucho más largo que las cinco cuadras que separan su casa de la orilla", se advierte al inicio. Porque el tamaño de los problemas depende de las herramientas con que contemos para enfrentarlos, y el punto de vista de la narración se ubica desde el vamos en una mirada entre austera, detallista y empática. Samanta se define en algunas pinceladas, escenas que dibujan al personaje sin explicar ni adjetivar. Se va construyendo a medida que se prepara para ir a la playa, en un entramado de pensamientos y acciones que la hacen avanzar y retroceder, y volver a avanzar. Predomina la tensión –que se contagia de Samanta al lector–, que dialoga en la narración morosa de cada paso que da –y cuánto le cuesta– con una ilustración de paleta tenue y que capta el gesto en la mirada baja, los dedos crispados, la espalda inclinada. La lectura no es sencilla; resulta tan ardua como la empresa de recorrer cinco cuadras sin problemas para Samanta. La tensión se pone al límite y explota ante un imprevisto, hasta que vuelve la calma. Y la calma es el orden y el silencio. El camino no es en soledad, y la angustia de Samanta la transitamos paso a paso también junto a su madre, que la acompaña sin apurar, sin imponer, simplemente ofreciéndose para el abrazo reparador. En cada situación compartimos el temor y la concentración. La lectura obliga a contener la respiración, a andar lento, a verificar cada paso. La experiencia es agotadora; Mirza desgrana cada detalle, y Baladan nos pone como espectadores que ven pasar a Samanta, con la mirada fija hacia adelante. Hasta que llega. Hasta que lo consigue y entonces: "La ola Samanta corre, corre las cinco cuadras en esos diez metros. Frena de golpe, medio metro antes de su papá. Mide la distancia y lo abraza exactamente para quedar en perfecto ángulo recto con el horizonte". Llegar a la playa es un logro. Caminar cinco cuadras le cuesta mucho a Samanta. Es una verdadera aventura, y como tal lo cuentan Mirza y Baladan. Las cinco cuadras conmueve de la mejor manera posible, porque Mirza no define ni juzga, no compadece a su personaje, sino que lo acompaña, igual que esos padres que están ahí para ella afrontando ese mundo que, "como los bichos bolita", puede cerrársele "en cada paso, en cada esquina". Y nos permite, a los lectores, en ese trayecto minuciosamente detallado, andar a su lado.