Una niña que sueña. Una abuela que la espera más allá del tiempo. Subida en un barquito de papel, al cuidado de la luna, una niña se aventura en sus sueños. En la travesía, el océano es un acompañante y sobre su superficie de agua salada, las palabras cantan con una sonoridad especial. En una isla, un mandarino invita a nuestra navegante a acercarse a la orilla. Allí hay una fiesta, abrazos, regalos y una abuela, su abuela, que hornea delicias. Prosa y verso para hablar de amor familiar. Una obra imborrable de la prolífica escritora uruguaya Mercedes Calvo.
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Calvo hace filigranas con las palabras y deja entrever la decantación de la mejor tradición de la poesía hispana. Por otra parte, aun cuando narra, como en Llévame, siempre hace poesía y presenta un universo accesible mediante los sentidos, en el que nos instalamos sin más desde la primera página. Están sus obsesiones: la luna, los aromas cítricos, los espejos, las canciones de cuna. Con el epígrafe de Roberto Juarroz "Siempre se llega, pero a otra parte", nos introduce en la historia. Llévame se instala desde el vamos en la fantasía: habla de un viaje en un barquito de papel, de una niña que sueña, de una abuela. "Con los boletos de los ómnibus ella hacía barquitos de papel", arranca. El mar y el cielo son el escenario, el espacio infinito y profundo que propicia el viaje, que le da lugar y que la niña emprende en el barco, al que bautiza Chapupite. Hay una playa y un mandarino que crece en la arena. Hay caracolas que conocen los secretos del mar. Hay una niña que baila con su sombra. El cuento transcurre a la manera de los sueños; pasa de un espacio a otro, de un estado de ánimo a otro, las cosas aparecen. Cada escena es visualmente deslumbrante y onírica, y cada palabra es elegida con precisión. Por eso, cada secuencia funciona como parte de la estructura narrativa, pero también como poema. Llévame –bellamente ilustrado por la vasca Yolanda Mosquera– está hecho de recuerdos, de hermosura compartida, de pequeñas cosas que hacen el encuentro de abuela y nieta. Y a ese viaje que parece azaroso se le devela un sentido y un final: "En el runrún del aire abejea un murmullo, un rumor sin palabras que llega desde lejos, en yunta con la brisa. Es en la orilla: la abuela amasa el pan y vigila, sin tiempos el sueño de la albahaca". El encuentro, al final, de la niña con su abuela, simétrico con el comienzo, queda resonando. Y el misterio de una palabra secreta que es susurrada queda picando y permite la magia de entender de qué iba ese viaje. Llévame, de Mercedes Calvo y Yolanda Mosquera. Amanuense, 2021. 28