Si Daniele Pellegrini no se casaba, perdería la herencia familiar, y Eva Bergen era la candidata perfecta por tres motivos: 1. Su cuerpo era una tentación pura. 2. Ella no podía rechazar la exorbitante donación benéfica a cambio del «sí, quiero». 3. Lo que era más importante, ella no podía soportarlo... y ese magnate con un corazón duro como una piedra no podía arriesgarse a que su esposa se enamorase de él. Cuando el primer y juvenil matrimonio de Eva acabó por una tragedia, ella se olvidó de cualquier esperanza de volver a amar. Estaba segura de que no le costaría nada mantener ese segundo matrimonio según lo convenido...
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