Dios se expresa en el silencio. Pero el silencio no es falta de palabras, sino serenidad interior, capacidad de acallar los ruidos internos y del mundo para escuchar la suave voz del Señor. Cuando le dejamos hablar, todo lo humano se transfigura en un bello paisaje impreso por Dios mismo. La ciencia, el arte, los grandes hombres con sus obras, la educación y la misma Iglesia cobran una nueva luz. Por eso en este libro se habla de lo humano y lo divino, pero siempre sabiendo que sólo en el silencio de la conciencia, habla Dios. Escuchémosle.