La obediencia es vista en la actualidad como un sometimiento y una limitación del ser propio. En las culturas antiguas fue considerada y cultivada como un hábito virtuoso y enaltecedor. Los griegos la vieron como la virtud del buen ciudadano de la polis, apto para mandar y para obedecer. Los hebreos, desde el punto de vista ético-religioso consideraron la obediencia al Decálogo y a Yahvé como el fundamento del avance de su pueblo en la historia. Los romanos la incluyeron como conducta necesaria para desarrollar poder y sabiduría. La perspectiva metafísica filosófica que se expone, muestra a la obediencia como ser accidental acción de obedecer , acción apropiada a seres racionales, ya que facilita actos, acciones y aprendizajes que contribuyen al perfeccionamiento de la persona humana, y simultáneamente abre a la relación con los otros seres y con el Ser Trascendente. La perspectiva metafísica de visualizar la obediencia como apertura y poder, extiende a la investigación transdisciplinaria o bien puede interesar a aquellos que deseen buscar en ella un modo relacional de automejoramiento.