Durante la edad antigua serían erigidas una serie de obras maestras que acabarían siendo elementos icónicos del mundo. Estas obras arquitectónicas fueron admiradas en su tiempo por su belleza, magnificencia, y esfuerzo en su construcción. Decenas de miles de viajeros en el Mediterráneo, Asia Menor, y Oriente Medio quedarían fascinados por estas maravillas. Como si de modernos turistas se tratara, divulgarían entre su gente todo lo que habían visto al retornar de sus viajes comerciales, campañas militares, o visitas diplomáticas. Una serie de escritores grecolatinos las definirían como maravillas del mundo y establecerían su número. Milenios después todavía conseguirían despertar nuestra curiosidad. Antipater de Sidón, que vivió a comienzos del siglo II a.c, fijaría en un total de siete estas maravillas del mundo antiguo. El templo de Zeus en Olimpia, el Mausoleo de Halicarnaso, el Artemision de Efeso, el Coloso de Rodas, el Faro de Alejandría, las Pirámides de Egipto y los Jardines Colgantes de Babilonia. >
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