Una investigación de una obra filosófica es una labor de interpretación de su lenguaje, y esto, en definitiva, no es más que un esfuerzo por reconocer y dilucidar los conceptos que en ella se nos ofrecen; pero también ha de incluir el compromiso del autor-investigador de dar un evaluación y visión del universo conceptual del filósofo investigado, donde este aparezca en su pureza, es decir, en sus virtualidades pero también en sus limitaciones, imperfecciones, en suma: en la luz que arroja y en la oscuridad que deja (el legado bicéfalo). El investigador debe mostrar estas dos dimensiones coexistentes, sin miedo ni titubeos, como parte de su obligación y labor; y el lector debe tratar de reconocer el esfuerzo realizado por el investigador intérprete en aquella labor, al margen del mayor o menor éxito conseguido; pues el esfuerzo sincero y mantenido ha de ser el espíritu y mayor valor de su labor de investigación...