En estos últimos 10 años, con la globalización de mercados y exigencias externas, una compañía que se precie, para poder ser rentable, debe ser capaz de gestionar el impacto que genera sobre su entorno, ya sea de tipo económico, social, ambiental o asociado al producto o servicio que comercializa. Esta filosofía de trabajo debe arraigarse a sus valores y cultura empresarial, para poder obtener resultados sostenibles y ganarse además la confianza de sus grupos de interés, especialmente la de los clientes y accionistas. Para poder cuantificar de manera objetiva dichos impactos, es necesario disponer de sistemas que ayuden a la alta dirección a medir y muestren la evolución del comportamiento de la compañía de manera objetiva, permitiendo detectar las posibles áreas de mejora, tomar decisiones al respecto y poner en marcha una serie de planes de acción para minimizar los gaps detectados.