La violencia ha llegado al territorio de una comunidad embera. Antomia cruza el río con sus tres hijos para ponerlos a salvo, pero es atrapada y ahora Gedeko, Ipeti y Kimy deben ir hacía la ciudad y encontrar el cabildo indígena por sí mismos en compañía de un joven paramilitar desertor. Una vez están en la ciudad, sus costumbres, su lengua y su humanidad se ven confrontados con la indiferencia e incomprensión en lo urbano.