Esther heredó de su abuela materna la conexión con el mundo transparente pero por miedo a no encajar en el mundo académico y patriarcal en el que se movía, silenció su voz, igual que su abuela. En este relato, a modo de homenaje ritualístico, les cuenta a sus pequeñas gemelas que no llegaron a nacer, de una manera tierna y conmovedora, combinando la magia y la racionalidad, cómo silenció su parte más sagrada, se desconectó de su esencia femenina para desarrollar una parte masculina poco sana. Cómo con el tiempo, a raíz de una fuerte crisis emocional, comenzó a escuchar las voces de mujeres y hombres, vivos y fallecidos, en vigilia y en sueños, que le iban indicando el camino. A través de la conciencia relacional pudo ir dándole sentido a sus vivencias, académicas y personales, hasta conformar el puzzle de su propia vida, navegando por las profundas aguas de su ser y de su linaje femenino. Al hacerlo recobró su voz y se reconoce creadora como la Tierra, sagrada como el Agua y Bruja como su abuela. Convencida de que su pequeña historia es también la historia de muchas mujeres, las anima a formar parte de la Red de Mujeres por la Voz Recobrada.