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La cárcel es una frontera de sentido para la sociedad, el guardia y especialmente para el preso. ¿Pueden ser las cárceles espacios donde se reformula más radicalmente la pregunta por el destino humano? ¿La vida tiene sentido estando encarcelado? Y estas preguntas son radicales desde el punto de vista existencial para el preso, pero de diferentes formas lo es para la sociedad en su conjunto. La privación de libertad como expresión punitiva del delito se justifica esencialmente en la función reeducadora del preso, más que en sus capacidades reparadoras del orden social violentado. Humanizar las cárceles supone reconocer explícitamente la humanidad de los implicados, posibilitando espacios de crecimiento personal y colectivo que abran ventanas a un futuro de reinserción positiva en la sociedad. La presente experiencia de trabajo educativo en cárceles muestra un trabajo en esta dirección, que parte del supuesto del derecho y de la dignidad de todos los actores implicados en el sistema penitenciario