El lunes 23 de enero de 2012, el Presidente Sebastián Piñera estampaba su firma en la promulgación de la ley de Inscripción Automática y Voto Voluntario en una ceremonia en el Palacio de Gobierno. Esta ley sería el mecanismo elegido por la élite chilena, desde la Concertación a los partidos de Derecha, para revitalizar la "fatiga" democrática a partir del ingreso de nuevos votantes al padrón electoral. Sin embargo, desde un ejercicio analítico, vale la pregunta: ¿La democracia debe revitalizarse? ¿Qué democracia debe revitalizarse? Y si partimos del supuesto que el voto voluntario porta en sí mismo la revitalización inequívoca de aquello llamado democracia, ¿qué libertad es la requerida en dicha ley?, ¿qué implicancias concretas tiene para la práctica política? Y más especialmente: ¿Cómo afectará a la democracia chilena en definitiva?