Vamos a salir al campo a desenterrar esa cajita de recuerdos. La que se empeña en confirmarnos que, todo lo que ha pasado, no pudo ser de otra manera. Vamos a esperar que se consuma la leñera, y de pura inanición se duerma el fuego. Nunca ha sido tan urgente derramarse en un silencio, como lluvia en los veranos de la playa de Portstewart. Con el cenicero lleno, los bolígrafos vacíos, un acorde mal pisado… Convencida de que mañana amanecerá en su almohada otro puñado de tierra. Desde el punto más oscuro del fondo de cada bar, valquirias en pie de letra. Puño en alto. Voz en grito: «¡Hazlo solo una vez más! Pero que se quede escrito». Kalaislinnkov desciende poema a poema por una escalera a media luz, para encontrarse y renacer de la mano de sus fantasmas. Yoel Saldaña