Para cruzar la calle, se ofrece al lector unos relatos narrados entorno a una protagonista: la mujer que se entrelaza en diferentes facetas y es el Tótem con su devenir, sus desaciertos y pasiones. La Musa que circula por calles sinuosas y sin rumbo fijo, aleatorio como péndulo eterno, una musa que es sirena en Dónde nacen las ballena, o musa paciente en Sólo 20 años después o siniestra en Princesita, una maga en desayuno infantil, o un desparpajo volátil en Cómo sentarse en un restaurante. Los que la circundan, son simples mortales, que recorren sus vidas por inercia, o que se enamoran de ella, de sus ademanes, pensamientos, movimientos y glamurosas sugerencias. La ciudad; que puede ser costera, marítima o andina, espacios antiguos o recuerdos de una travesía en la jungla. Es un lugar móvil, etéreo, con movimiento o estático y vacío, como ciudad fantasma, la ciudad es el pretexto de un mapa en donde las musas se desplazan, cruzan la calle para emular sus sueños, sus anhelos y esel lugar donde se dan futivos encuentros, acuerdos o desacuerdos, en tiempos cortos o largos, a manera de bitácora, o simplemente algo atemporal, que no conoce la historia de los minutos.
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