Al iniciar el proceso de discernimiento vocacional fijé mi atención en una pintura en la que se vislumbraba un sembrador que llevando semillas en sus manos, sembraba en surcos anteriormente trazados en la tierra por un campesino. Eran los años 80 y en Chile se vivía una época compleja en el ámbito político. La Iglesia católica latinoamericana de ese entonces, nos presentaba a una figura de Jesús juvenil, popular y muy cercano al mundo obrero y campesino. De esto, ha pasado ya un poco más de treinta años. El recuerdo de la imagen de Jesús con las semillas en sus manos, me insinuaba algo que hoy creo comprender significativamente: el presbítero, como cualquier cristiano, es un medio. Es un campesino que surca la tierra y prepara el camino, no es el sembrador, ni el responsable último de que la semilla tenga posibilidad de vida y llegue a su plenitud, el responsable, finalmente es Dios. Él es el protagonista de la obra. No somos miembros del jet set eclesial, ni pertenecemos a una especie de elite sino que somos servidores y discípulos de Dios Lo que he anhelado, visto y experimentado en estos años de ministerio sacerdotal es lo que expreso a lo largo de las páginas de este ensayo.