El pasado y el presente se entrecruzan, juegan, se desafían en un ida y vuelta entre lo residual y lo emergente. En el terreno cultural, ninguna expresión, formación o práctica puede declararse finalizada y aducir que en su totalidad quedó obsoleta, al tiempo que prácticamente ninguna otra puede consagrarse, por más esfuerzo que se haga, como lo intrínsecamente nuevo. El pop, que se desarrolló a mediados del siglo pasado en un arte disruptivo, habilitó pensarlo como una celebración o como una crítica a la sociedad del consumo. Desde allí devino en todo tipo de arte y encontró su mayor popularidad en la música. Con la complejidad del universo mediático no solamente los formatos televisivos, radiales y de revistas, las redes, la telefonía y los videojuegos adoptan formas pop, sino también se despliega una política, un deporte, un sistema de estrellas que ostentan el halo pop como identidad. Este libro, como el vinilo y el casete, tiene dos lados: uno sobre el tiempo y otro sobre el espacio, comprendidos en un sentido amplio de progresión, correspondencia, territorialidad y habitabilidad. En esas partes los capítulos hablan de transformaciones y apropiaciones del audiovisual digital, lo viejo en lo nuevo, el rol de las figuras de los medios, la valoración de los consumos culturales, la construcción de la propia imagen en redes, los territorios locales en el cine, las dinámicas de la política en un escenario mediatizado y las adopciones tecnológicas en la narrativa deportiva. Entre diferentes sistemas mediáticos, que en inglés se sintetizan como mass media y social media, tienen lugar resignificaciones y celebraciones de la industria cultural en el siglo XXI que este libro intenta poner en evidencia, como siempre, bajo crítica y tensión.