Dos prácticas cotidianas en la medicina perioperatoria son el uso de soluciones y la evaluación del equilibrio ácido base e hidroelectrolítico. Estas dos actividades son fundamentales. La primera es condición sine que non para la realización de cualquier procedimiento anestésico quirúrgico, y la segunda es prioritaria en los pacientes de alto riesgo o en situaciones especiales, entre los que destacan el estado de choque, el trauma y cirugías complejas o prolongadas, entre otros. Aunque el abordaje conceptual es el mismo, en los últimos años, y a la luz de la evidencia científica, se han desarrollado nuevas alternativas en el empleo de líquidos, tanto coloides como cristaloides, y se han roto paradigmas. Sabemos, por ejemplo, que los coloides sintéticos pueden asociarse a eventos adversos significativos, en especial si se utilizan a dosis elevadas y en entidades específicas como la sepsis. La albúmina está retomando su lugar en la práctica clínica. La solución salina a 0.9% no sólo no es fisiológica, sino que por su acidez y contenido de cloro puede inducir acidosis hiperclorémica cuando se infunde en altas dosis. En especial, hemos aprendido que la sobrecarga hídrica y los balances positivos son factores de riesgo independientes de complicaciones y muerte. Por lo anterior, los líquidos se han considerado como un fármaco y se han diseñado nuevas propuestas de reanimación y uso racional de líquidos.
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