La necesidad de ligar y conciliar el mundo espiritual con el universo donde habita la armonía de Dios como piedra angular de la belleza, lleva al poeta a establecer "su mundo" desde donde inicia la construcción de su propio edificio para abrir la ventana de las oscuridades a la luz, y la elevación de lo cotidiano a las comarcas de la belleza celestial; así en el principio era el Verbo, de qué le sirve ganar al hombre hasta el mundo entero, la fe confirma la ley, si hablase todas las lenguas, qué cosa será el amor, cómo lo puedo entender, si a Dios quisieras pintar, tanto amor jamás he visto, adoro a un Dios que no veo, la salvación es un hecho, el amor, el odio, la muerte, todas las pequeñas y grandes cosas que hacen de cada hombre y de cada mujer, en las manos de Dios, seres irrepetibles. El aporte que Joel Suarez ha hecho para la difusión y conocimiento de nuestra doctrina luterana, quizás ha pasado desapercibido en gran medida; su carácter humilde y altruista así lo ha querido. Los poemas que se presentan en este libro, además de reflejar el alma de un poeta, tienen una amplia base doctrinal centrada en la Palabra. Joel conoce las circunstancias históricas que se daban hace quinientos años, cuando Martín Lutero emergió como un gigante para preservar la verdadera doctrina de Cristo y librarla de las garras que la habían deformado y de qué manera. Ahora estampa a nivel de décimas la esencia del cristianismo. Su lectura, entonces, a través de la diversidad de voces y tonalidades, puede deparar inesperadas sorpresas al recuperar o reencontrar esos parajes del espíritu que alguna vez perdimos. Es muy grato redescubrir a través de este libro la sensibilidad espiritual de un hombre especial; una sensibilidad que merecía ser presentada de la forma apropiada, para compartirla con muchos creyentes más.
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