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En Fulgencio Gutiérrez se continúa la tradición de la más auténtica y acompasada frase de la prosa española. Aprendió su ritmo y sus primores en los viejos libros de la casa paterna, y más tarde en la lectura asidua y admirativa de los escritores del siglo de oro.
Enriqueció su lenguaje con el tesoro riquísimo del léxico clásico, y, más que todo, supo aprovechar la elegante flexibilidad de la sintaxis castellana, tan abundante en giros y tan propicia a los más gallardos movimientos de la emoción y del espíritu.
Don José Fulgencio Gutiérrez acometió la tarea de leer todos los estudios
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Produktbeschreibung
En Fulgencio Gutiérrez se continúa la tradición de la más auténtica y acompasada frase de la prosa española. Aprendió su ritmo y sus primores en los viejos libros de la casa paterna, y más tarde en la lectura asidua y admirativa de los escritores del siglo de oro.
Enriqueció su lenguaje con el tesoro riquísimo del léxico clásico, y, más que todo, supo aprovechar la elegante flexibilidad de la sintaxis castellana, tan abundante en giros y tan propicia a los más gallardos movimientos de la emoción y del espíritu.
Don José Fulgencio Gutiérrez acometió la tarea de leer todos los estudios publicados hasta el tercer decenio del siglo XX sobre el Libertador y, con intención divulgadora dirigida a sus colegas del magisterio, se propuso escribir un ensayo sobre el legado del padre de Colombia, ese experimento político que apenas duró una década. Este ensayo, como casi todos los de su época, alimentó la devoción bolivariana, el culto al héroe que alentó en la hermana república por casi tres décadas el general Juan Vicente Gómez. Solamente en Pasto, entre 1925 y 1928, José Rafael Sañudo polemizó con Sergio Elías Ortiz sobre el carácter histórico del Libertador.


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Autorenporträt
Nació José Fulgencio en la población de Mogotes (Santander) el 16 de enero de 1895. Su hogar, santificado por las virtudes cristianas y por los óleos del trabajo, estaba presidido por don Vicente Gutiérrez y doña María Martínez, sus padres, en torno a los cuales se agrupaban ya tres hijos más. Del padre heredó Fulgencio los principios de rectitud y de fidelidad al deber, que informaron su vida, y de doña María el talento y la recia fibra que aquilataron su obra.
Cumpliendo el ciclo de seis años de escuela primaria en su pueblo natal, cursó en Bogotá estudios profesionales de pedagogía en las casas normalistas de los Hermanos Cristianos, en cuyos colegios regentó cátedras por breve espacio de años.
Desde su más tierna edad dio muestras de una insaciable curiosidad intelectual, y, a semejanza de Cervantes, llegaba hasta recoger los papeles de la calle, en busca de alguna información, o para ejercicio de la lectura.
En la comunidad exploró sin cesar las bibliotecas, y sobre la base de sus conocimientos profesionales construyó pronto el sólido edificio de su erudición, que fue agrandando y decorando cada día, con el auxilio de su prodigiosa retentiva y de su decidida vocación para las disciplinas intelectuales.
Estudió muy a fondo la religión cristiana en su dogma, su moral, su culto, su apologética y su historia, no por simple prurito de ilustración, sino para dar bases firmes a sus convicciones y conducta. Se adentró por la filosofía con seguro criterio; estudió y dominó varios idiomas antiguos y modernos, como instrumentos de saber, y supo de códigos y de jurisprudencia. Pero la Historia, el Lenguaje y las Bellas Letras fueron objeto de su preocupación y empeño constantes, y con ellas sirvió especialmente al prestigio y a la cultura de su pueblo.